sábado, 28 de febrero de 2009

TRECE DIAS DE INVIERNO Y OTROS CUENTOS

ÉSTE ES EL CUADERNO DE MANUEL DE PAZ, BUSCADOR DE ORO


1 de febrero de 1937


Mamá dice que soy un insensato, que no debo arriesgarme, que es peligroso subir por las paredes como si fuera un gato, que un día me caeré y me abriré la cabeza; pero le brillan los ojos cuando le cuenta a Teresa lo que he hecho y le tiembla la mano cuando guarda en la despensa mi botín. Hoy un kilo de azúcar y una botella de aceite.
Yo no podía casi hablar y me ponía rojo cuando Teresa, desde el armario (Teresa está encerrada en el armario ropero desde poco antes de la guerra), se asombrara de que yo fuera un buscador de oro y de que todavía quedara oro en Madrid después de tantos bombardeos.
Explicaba a mis dos mujeres que mi espíritu aventurero y aguerrido quedó patente cuando asalté un carro de pan con otros chicos en los primeros días de la guerra y que no era tan difícil trepar por un medianil o por un paredón hecho escombros. Que había que apoyar los pies en los hendidos del muros y mirar donde asegurar bien las manos para iniciar la ascensión sin mirar abajo, y llegando arriba incorporarse a pulso y asentar las piernas para ponerse en posición vertical. Y que para encontrar oro o plata había que buscar con tesón, levantando los cascotes, alzando los maderos y revisando todos los ricones. Así se descubrían las joyas familiares de los muertos y haciendo el camino al revés se devolvían a los vivos siempre que recompensaran con algo.